nota publicada ayer en el servicio de telam
La puesta en órbita del satélite Arsat-1 que se cumplirá mañana con el lanzamiento desde Kourou, Guayana Francesa, es el triunfo del "sueño" o de la "locura" de ingenieros, técnicos y economistas argentinos sobre el "no se puede" de industriales y políticos convencidos de que el país no iba a tener "espaldas financieras" para llevar adelante el proyecto.
La historia comenzó a escribirse en el año 2003, mientras el entonces presidente Néstor Kirchner "ponía a parir" a los empresarios extranjeros con inversiones en la Argentina, según dijo entonces el titular de la Confederación de Organizaciones Empresariales Españolas, José María Cuevas.
En ese momento, en el Ministerio de Planificación Federal Julio de Vido, junto al Secretario de Comunicaciones de entonces, Guillermo Moreno, ponían la lupa sobre las diversas privatizaciones o concesiones hechas en la década del 90, vinculadas a las telecomunicaciones.
El primer paso fue quitarle a la empresa Nahuelsat la asignación sobre posición orbital 81 grados longitud oeste, un punto privilegiado en el espacio y que si la Argentina no ocupaba podía perderlo a manos de Inglaterra y otros países interesados.
El segundo paso fue la creación de la Empresa Nacional de Soluciones Satelitales Arsat, creada por ley del Congreso nacional 26.092.
"El objetivo de la empresa va a ser la de prestar servicios satelitales en lo que hace a la distribución de señal de TV y radio, televisión directa al hogar, Internet, transmisión de datos, transmisión multimedial, para locaciones con poca o ninguna infraestructira", afirmó el ministro Julio de Vido al presentar el proyecto.
Desde el sector privado, se dividían entonces entre los que veían en la futura empresa un competidor directo y quienes presumían que su accionar permitiría mayor competencia y más opciones para los operadores medianos y las cooperativas de telecomunicaciones.
En el Parlamento, el actual coordinador de la Televisión Digital Argentina (TDA) Osvaldo Nemirovsci, entonces titular de la Comisión de Comunicaciones, explicaba que con Arsat el Gobierno buscaba "desarrollar una nueva política satelital y los satélites de comunicaciones" para así "fomentar una industria competitiva a escala mundial".
Mientras que desde la oposición, el diputado macrista Federico Pinedo y la radical Gracia Jaroslvsky cuestionaron que no había un "marco regulatorio" para la creación y las atribuciones que se le otorgaban a la empresa.
En tanto, los ingenieros y técnicos del INVAP contagiaban el entusiasmo por la decisión política que les permitiría asumir el desafío de construir dos satélites geoestacionarios.
Quienes vivieron el proceso paso a paso, y lidiaron con los desalientos y los intereses de quienes consideraban inviable que Argentina despliegue una industria satelital, evitan con mucho esfuerzo que la emoción se traduzca en lágrimas al pensar que el Arsat1 ya está en Guayana Francesa.
El satélite ya fue ensamblado al Arianne 5 después de superar con éxito los ensayos funcionales de subsistema de propulsión, carga útil y sistema eléctrico por subsistemas, realizados por el Centro Espacial de Guayana.
También fueron exitosas las pruebas en conjunto con la Estación Terrena Benavidez de Arsat, que será el centro de control de la red de puesta en órbita.
El lanzamiento desde el centro espacial emplazado en la ciudad franco-guayanesa de Kourou está programado para iniciarse el 16 de octubre a las 18. Media hora después, el lanzador dejará al satélite en una órbita de transferencia, a 300 kilómetros sobre el nivel del mar.
En ese momento, será tarea de personal de operaciones de ARSAT e INVAP desde la Estación Terrena Benavídez llevar al satélite a los casi 36.000 kilómetros de distancia de la Tierra y ubicarlo en la posición 71,8° de longitud Oeste.
Desde ese punto orbital iluminará el hemisferio sur americano: Argentina Chile, Uruguay y Paraguay, con 24 canales en banda Ku y lo hará al menos durante los pŕoximos 15 años, plazo de vida útil del equipo, según los datos publicados por Arsat en su sitio web.
Mañana quedará marcado como la primera vez que un país latinoamericano dirigió la puesta el órbita de un satélite geoestacionario y superó el "no se puede".
La historia comenzó a escribirse en el año 2003, mientras el entonces presidente Néstor Kirchner "ponía a parir" a los empresarios extranjeros con inversiones en la Argentina, según dijo entonces el titular de la Confederación de Organizaciones Empresariales Españolas, José María Cuevas.
En ese momento, en el Ministerio de Planificación Federal Julio de Vido, junto al Secretario de Comunicaciones de entonces, Guillermo Moreno, ponían la lupa sobre las diversas privatizaciones o concesiones hechas en la década del 90, vinculadas a las telecomunicaciones.
El primer paso fue quitarle a la empresa Nahuelsat la asignación sobre posición orbital 81 grados longitud oeste, un punto privilegiado en el espacio y que si la Argentina no ocupaba podía perderlo a manos de Inglaterra y otros países interesados.
El segundo paso fue la creación de la Empresa Nacional de Soluciones Satelitales Arsat, creada por ley del Congreso nacional 26.092.
"El objetivo de la empresa va a ser la de prestar servicios satelitales en lo que hace a la distribución de señal de TV y radio, televisión directa al hogar, Internet, transmisión de datos, transmisión multimedial, para locaciones con poca o ninguna infraestructira", afirmó el ministro Julio de Vido al presentar el proyecto.
Desde el sector privado, se dividían entonces entre los que veían en la futura empresa un competidor directo y quienes presumían que su accionar permitiría mayor competencia y más opciones para los operadores medianos y las cooperativas de telecomunicaciones.
En el Parlamento, el actual coordinador de la Televisión Digital Argentina (TDA) Osvaldo Nemirovsci, entonces titular de la Comisión de Comunicaciones, explicaba que con Arsat el Gobierno buscaba "desarrollar una nueva política satelital y los satélites de comunicaciones" para así "fomentar una industria competitiva a escala mundial".
Mientras que desde la oposición, el diputado macrista Federico Pinedo y la radical Gracia Jaroslvsky cuestionaron que no había un "marco regulatorio" para la creación y las atribuciones que se le otorgaban a la empresa.
En tanto, los ingenieros y técnicos del INVAP contagiaban el entusiasmo por la decisión política que les permitiría asumir el desafío de construir dos satélites geoestacionarios.
Quienes vivieron el proceso paso a paso, y lidiaron con los desalientos y los intereses de quienes consideraban inviable que Argentina despliegue una industria satelital, evitan con mucho esfuerzo que la emoción se traduzca en lágrimas al pensar que el Arsat1 ya está en Guayana Francesa.
El satélite ya fue ensamblado al Arianne 5 después de superar con éxito los ensayos funcionales de subsistema de propulsión, carga útil y sistema eléctrico por subsistemas, realizados por el Centro Espacial de Guayana.
También fueron exitosas las pruebas en conjunto con la Estación Terrena Benavidez de Arsat, que será el centro de control de la red de puesta en órbita.
El lanzamiento desde el centro espacial emplazado en la ciudad franco-guayanesa de Kourou está programado para iniciarse el 16 de octubre a las 18. Media hora después, el lanzador dejará al satélite en una órbita de transferencia, a 300 kilómetros sobre el nivel del mar.
En ese momento, será tarea de personal de operaciones de ARSAT e INVAP desde la Estación Terrena Benavídez llevar al satélite a los casi 36.000 kilómetros de distancia de la Tierra y ubicarlo en la posición 71,8° de longitud Oeste.
Desde ese punto orbital iluminará el hemisferio sur americano: Argentina Chile, Uruguay y Paraguay, con 24 canales en banda Ku y lo hará al menos durante los pŕoximos 15 años, plazo de vida útil del equipo, según los datos publicados por Arsat en su sitio web.
Mañana quedará marcado como la primera vez que un país latinoamericano dirigió la puesta el órbita de un satélite geoestacionario y superó el "no se puede".
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